jueves, 28 de enero de 2010

Jazz, la niña soñadora

Hola hola!
Desde la semana pasada, estoy llendo a un taller de creación literaria, a ver si dejo de escribir barbaridades. Voy a postear los ejercicios, esos que no dé pena publicarlos.
Cuento

Jazz, la niña soñadora


Jazz volaba, giraba y hacía piruetas. Tenía unas alas enormes con plumas. El paisaje era increíble y brillante. Se dirigía a un alto árbol. Se agarró al tronco y trepó hasta las ramas más altas. Ahí estaba un pequeño tesoro esperando a Jazz: videojuegos. Se los llevó a su casa volando, más tarde los instalaría. Luego fue al circo, pero los acróbatas eran tan malos, que decidió hacer ella misma el show. Jazz sacó su viejo yoyo chino y empezó a hacer trucos con él. El circo estallaba en aplausos y cada vez llegaba más gente a verla. Jazz sonreía y cada vez hacía mas increíbles los trucos. El sonido aumentaba, pero ya que empezaba a disfrutar, un golpe más fuerte que los aplausos sonó frente a ella. Era un cuaderno.
Entonces, Jazz se encontró sentada en un aburrido salón de clases, con un uniforme aburrido. Justo antes tenía puesto un traje de lentejuelas. Además el cuaderno que estaba frente a ella era de Matemáticas ¡guácala!
-Perdón Señor Cuaderno, ahora no puedo atenderlo –dijo Jazz educadamente-. Estoy en lo mejor de mi show de yoyo chino.
Pero Jazz no volvía al circo. No regresaba tampoco al bosque, a ninguna de las cosas que le gustaban. Encontrar videojuegos sin dueño y hacer un show de yoyo chino eran sus grandes sueños. Pero ahora Jazz estaba en la clase de Matemáticas.
-¿Qué estás diciendo, babosa? –preguntó con rudeza una señora alta, gorda y con bigote: la maestra de Mate.
Jazz no había reparado en el monstruo que estaba frente a ella y le contestó con amabilidad:
-Oh, es que usted y el Señor Cuaderno han interrumpido mi show de yoyo chino.
-¡No estás en ningún show, estúpida! –le gritó la maestra- ¿O es que no te importan tus ceros?
-¿Cuáles ceros? –preguntó Jazz.
-¡Éstos, imbécil, éstos! –chilló la maestra mientras señalaba el cuaderno.
Era verdad. El cuaderno con cuentas tenía un gran círculo rojo.
-Ah, estos –entendió Jazz.
-A ver si ya pones atención, tarada –dijo la maestra, histérica-. Deja de soñar y estudia las ecuaciones.
Vaya que esa clase era aburrida, se dijo Jazz. Decidió volverse a entregar a su imaginación.
La maestra de Matemáticas. Estaba sentada en un pupitre demasiado chico. Jazz era enorme. Estaban en un salón que cambiaba constantemente: en un momento parecían flotar en el espacio y al siguiente estaban metidas entre los cables de una computadora.
-¡Imaginación, maestra aburrida! –gritaba Jazz a su única alumna- ¡Mande la realidad al diablo!
La alumna contestaba resignada.
-Sí, maestra, sí.
Jazz alzó los brazos y una risa loca salió de su boca.
Ah, qué padre era no poner atención en las clases aburridas.

¿Cómo ven? Jazz se parece a Diego, muy en su mundo.

2 comentarios:

  1. jajaja!por fin lo leo!solo me lo habias contado!

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  2. jeje, pos ya ves
    se me ocurre escanear un dia una de mis hojas para que vean lo bonita que es mi letra!

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