sábado, 6 de junio de 2009

Un día de julio

Hola. Soy Mariana. Al menos así dice mi acta de naciemiento.
Me gusta leer las novelas gráficas de Marjane Satrapi, Persépolis. Rayo la punta de goma de mis Converse. Una vez me caí en las escaleras. Me metí al equipo de futbol de la escuela. Pero este blog no trata de eso. Este blog trata sobre origami.

Era julio. Mariana, de cinco años, estaba terriblemente aburrida. Su hermana menor acababa de nacer. Decidió buscar un libro, entre los muchos libreros de su casa. Estaban los cuentos, los libros del cuerpo humano, los de palabras y algunos atlas. Y entre todos lo libros estaba...
Hola hola, un libro de origami. Vaya vaya. No es que fuera una novedad en especial. Pero era redescubrir al origami. Papá hacía origami y tenía un grillo de origami en una cajita. Mamá le había enseñado a Mariana cómo hacer una rana habladora, un barquito, un piano y un avión.
Mariana abrió el libro y fue por papel. Vil y vulgar papel bond. Seguramente de las formas continuas que antes usaban las impresoras. Le pidió a papá que cortara el papel para hacer un cuadrado. Cuando tenía dudas, Mariana le pedía a mamá que la saltase un paso. Dobló un cisne.
Mariana hizo origami todo el verano y llenó varias cajas con cientos de figuras. Había escacez de papel en su casa cuando entró a clases de nuevo.

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