viernes, 14 de agosto de 2009

El Blog de Diego. Octavo capítulo

Ahora viene otro capítulo de los largos. supongo que ya saben de que se trata, pero ahí va.

El Blog de Diego
Entrada del 22 de Abril
Diego debería estar en el ensayo del día de las madres. Pero cuando terminó su número se fue a hurtadillas. Es obvio a dónde fue. Fue al armario de dibujar dragones y grifos.
Estaba concentradísimo dibujando los ojos furiosos de un dragón aterrorizando un pueblo. Justo en ese momento, la puerta se abrió dando un golpe muy fuerte a la pared. Diego erró lo detalles del ojo y una horrible parábola decoró su dibujo. Levantó la mirada, molesto. En el umbral estaban Iván y Sabrina, de la mano y riendo a carcajadas. Diego cerró de sopetón su carpeta, a ver si se daban cuenta que había alguien ahí. Ellos se callaron. Diego bajó del lavabo y salió empujándoos con los hombros.
Regresaría al ensayo, eso haría. Ellos seguro lo acusarían por no estar ahí. Dejaría de dibujar sólo por culpa de un par de idiotas. Al salir de la oficina del prefecto, oyó pasos. Volvió la cabeza. Iván y Sabrina le seguían. A lo mejor eran ellos los que creían que iban a ser los acusados. Tal vez no lo acusaran. Cuando los tres llegaron al ensayo, los regañaron un poco. No demasiado, pues no querrían iniciar una discusión en medio de algo tan importante como el ensayo del día de las madres, pensó Diego.
-¿Acaso creías que eras el único que conocía el armario? –le dijo Frida en voz baja cuando Diego le contó lo que había sucedido.

Diego ya estaba de mal humor. Así se quedó el resto del día. Nada le mejoró el humor, más bien se lo empeoró. En la clase siguiente al ensayo el prefecto lo mandó llamar. Diego lo siguió por el pasillo sin entender. Él no había hecho algo realmente malo, ¿o sí? A lo mejor Sabrina o Iván lo habían echado de cabeza. Era el doble de idiota que ellos por haber creído que no lo acusarían. Entraron a la oficina y se sentaron. El prefecto veía a Diego con aire divertido. Diego de verdad que no entendía nada.
-Me han informado que usas mi armario como estudio de dibujo.
Fueron ellos, pensó Diego con su acostumbrada rabia.
-¿A sí? –dijo retando. Sin embargo, el prefecto no se inmutó.
-No te hagas, Diego. También me dijeron que te vuelas las clases. Seguro ya sabes quiénes te acusaron, pero no fue por hacer novillos las clases ni por dibujar. Te acusaron porque los empujaste.
-Pues sí. Los empujé para salir.
-Te viste muy grosero, dijeron. Te voy a mandar un reporte –dijo el prefecto mientras lo rellenaba-. Lo debe firmar alguno de tus papás.
Se lo entregó.
-Me sorprende que te portes mal –añadió el prefecto-. Eres una persona agradable. Por eso no te voy a mandar un reporte por volarte clases. El hecho de haber empujado a Iván y a Sabrina no te lo puedo perdonar, porque involucraste a otros alumnos. Que te vueles las clases es un problema enteramente tuyo. Sólo te pido que no te vueles las clases otra vez, ni empujes a la gente.
-Gracias.
Recogió el reporte y ya se iba a ir cuando se volvió.
-¿No quiere un dibujo? –dijo.
-Por supuesto, si me lo quieres regalar, claro.
Diego rebuscó en el armario y sacó el dibujo de un rey chino. Estaba inconcluso, pero lo terminó enseguida. Se lo tendió al prefecto.
-Gracias –le dijo él-. Dibujas como todo un profesional.

El reporte por empujar a sus compañeros aguó el cumplido del prefecto con respecto al mal humor de Diego. Y aún más, pues su mamá tendría que firmarlo, entonces se enteraría del asunto del blog. Un reporte no iba a ser nada comparado con el regaño de su madre. Todo por hacer cosas inútiles que no le dejarían nada para el futuro. Nunca se lo enseñaría a su papá. Su mamá era la mejor al no regañar, quiero decir, la menos peorcita al regañar.
Después de comer, Diego insistió en ir con su mamá y Pam a la clase de piano. Su mamá no entraba a la clase, normalmente se iba a tomar un café. Si le daba el reporte en Starbucks, se mantendría serena y no le gritaría. A su mamá le extrañó que Diego quisiera ir al Starbucks con ella, pero no se molestó y tampoco preguntó. A lo mejor él no era tan grandecito como parecía y le daba mamitis cada vez que ella se iba a tomar cafés.
Pidieron frapuccinos. Diego sacó el arrugado reporte de su bolsillo (le había estado dando vueltas al bolsillo durante todo el día), lo estiró con el fondo de la mesa, tratando de no embarrarle chicles y lo deslizó hasta el lugar de su mamá.
-Me lo enviaron hoy –dijo.
-¿Y eso?
Como Diego sabia que ya la realidad tenía una situación muy rara y no valía la pena sacarse una historia de la manga para esconder el blog, la contó tal y como era, desde que inauguró el blog. Lo narró con pelos y señales, durante una hora.
-¿Me enseñarías alguno de los dibujos? –pidió la mamá.
-Ok.
Fueron a un cyber. Diego accesó al blog, y añadió una más a sus más de doscientas mil visitas. Le mostró todas las entradas, los comentarios, respuestas, le dijo quién era mangaka_princess y digamos, el detrás de cámaras de cada dibujo. Al terminar, la mamá habló:
-Y todo esto no me lo enseñabas por…
-Porque creía que no te iba a gustar –le respondió Diego-. Que lo considerarías una pérdida de tiempo…
-No lo considero una pérdida de tiempo –interrumpió ella-. Además lo haces muy bien ¿Por qué sería una pérdida de tiempo?
-Porque nadie en la casa se dedica a eso.
-¿Y tú crees que porque no dibuje nadie más, no debes dibujar tú? A cada quien le llama lo que le llama. A Pam, el piano; a tu papá, la genética; y a mí la cocina. No debes de no hacerlo porque nosotros no lo hagamos. Duh, muchas
enes. Como sea, cada quien es diferente.
Diego se quedó callado. Lo estuvo meditando toda la tarde y al día siguiente despertó de buen humor. Como no había despertado en muchos meses.


Sí, lo sé, Diego está como bien tonto a veces, y de veras que no sabe nada de nada. Sobre todo de mentir.
Y como ahora sí subí capítulo a tiempo, sólo les dejo un dibujo copiado de los tazos de los Simpsons: Maggie Simpson en la nieve. Recordemos que el creador es Matt Groening

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